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La saga de Wikileaks (II): el desafío al poder hegemónico

– Medios, verdad y diplomacia –

 

Los servicios de inteligencia norteamericanos señalan a Wikileaks como una amenaza para la seguridad de los EE.UU. Varias figuras políticas de derecha han pedido una y otra vez que Julian Assange sea tratado como terrorista.

 

Fidel Narváez

 

Es que la magnitud y la gravedad de la documentación difundida por Wikileaks sobre los Estados Unidos es, de lejos, la mayor filtración de información comprometedora de la historia.

A propósito cabe destacar algunas de ellas. Por ejemplo, la publicación en el 2007 del manual de operaciones “Standard Operating Procedures –SOP” de los militares estadounidenses para el campamento de prisioneros en Guantánamo. Material en el que se describe una serie de prácticas violatorias de los derechos humanos, que las organizaciones de derechos humanos, por muchos años, han reclamado conocer.

Por otro lado está la revelación de “Collateral Murder” hecha en abril del 2010, tal vez la más impactante de Wikileaks.

Se trata del ya conocido video filmado desde un helicóptero estadounidense Apache en Irak, en el cual 15 personas civiles, incluyendo dos periodistas de Reuters, son acribillados desde el aire. En las imágenes se ve cómo desde el helicóptero se  dispara pese a que ninguna de las víctimas (algunas de ellas muertas al intentar ayudar a los heridos) había amenazado a los soldados. En este puede oírse a la tripulación riéndose y presumiendo del crimen.

Igualmente, está la publicación del llamado “Diario de guerra afgano”, una compilación de más de 90.000 documentos sobre la guerra en Afganistán que antes no estaban disponibles para el público.

Estos documentos indicaron que las muertes de civiles inocentes en manos de fuerzas internacionales, fueron encubiertas. Los sucesos, que se cuentan por cientos, van “desde disparos a individuos inocentes a pérdidas masivas de vidas en ataques aéreos”.

Finalmente, podemos mencionar los casi 400.000 documentos que en octubre de 2010 salieron a la luz sobre la guerra en Irak, conocidos como “Iraq War Logs”.

Los «papeles de la guerra» mostraron pruebas de que las prácticas de tortura siempre fueron de conocimiento de los militares norteamericanos y, que habrían más de 109.000 muertes violentas entre 2004 y 2009, en las que se incluyen las de 66.081 civiles.

Diplomacia imperial al desnudo

Con las revelaciones sobre las mayores guerras contemporáneas Wikileaks ganó tal prestigio que, para noviembre del 2010, anunció lo que se conoce como el “Cablegate”: la publicación de cables confidenciales de la diplomacia estadounidense.

Se trata de cerca de 250.000 documentos enviados desde 274 Consulados, Embajadas y misiones diplomáticas estadounidenses alrededor del mundo, entre 1966 y febrero 2010, al Departamento de Estado. Estos documentos van desde las categorías de “no clasificados”, hasta “confidenciales” y “secretos”. No figuran entre ellos, sin embargo, la máxima categoría: los “top secret”.

En febrero de 2010, los cables empezaron a salir a la luz de manera coordinada e inédita con el New York Times, Le Monde de Francia, Der Spiegel de Alemania, The Guardian de Inglaterra y el diario El País de España,

El ser una estrategia permitió a Wikileaks, por un lado maximizar el impacto de las revelaciones y, por otro, legitimar su accionar. ¿Si publicar información confidencial es un delito, se arriesgarían a hacerlo varios de los más prestigiosos periódicos del planeta?

Lo cierto es que lo hicieron y encontraron razones para hacerlo como la que expuso Le Monde: “Desde que esta masiva información fuera transmitida a Wikileaks, inclusive ilegalmente, y que por tanto podría haber caído en cualquier momento en el domino público, Le Monde ha juzgado pertinente dentro de su misión, el estudiar estos documentos, llevar un análisis periodístico y ponerlos a disposición de nuestros lectores”.

Por su parte, Der Spiegel, asintió “A través de la investigación, los reporteros y los editores de Spieguel han sopesado el interés público en contra del justificado interés de los países en la seguridad y la confidencialidad […] Ahora es posible mirar el desarrollo de muchos acontecimientos políticos a través del lente de aquellos quienes participaron en esos eventos, por lo cual, nuestro entendimiento de los mismos se enriquece profundamente. Solamente eso es muchas veces suficiente para ubicar a la transparencia por encima de las regulaciones nacionales sobre la confidencialidad”.

La Casa Blanca, por su parte, publicó un comunicado antes de la tormenta: “Por su misma naturaleza, el reporte de campo hacia Washington es información cándida y muchas veces incompleta. No es la expresión de una política como tal, como tampoco siempre define las decisiones políticas finales. Sin embargo, estos cables pueden comprometer discusiones privadas con gobiernos extranjeros y líderes de oposición, y cuando la sustancia de conversaciones privadas está impresa en las primeras páginas de periódicos alrededor del mundo, podría profundamente impactar no solamente los intereses de la política exterior norteamericana, sino además los de nuestros aliados y amigos en el mundo”.

Nos situamos en una verdadera desmitificación de la diplomacia, a la que el profesor Michael Cox, miembro del Think Tank británico Chatham House califica como “Un gran tesoro para los historiadores y los estudiantes de relaciones internacionales. Una señal de que [estamos] en la era de la información y de que es muy difícil mantener cualquier cosa en secreto”.

Wikileaks llegó a tener acuerdos con alrededor de 70 medios escritos alrededor del mundo que paulatinamente fueron publicando los cables. Sin embargo, en septiembre de 2011 la organización tomó la decisión de colgar todo el material en la red, según explican, debido a que un periodista inglés reveló irresponsablemente en una publicación los códigos confidenciales que, previo acuerdo, Wikileaks le habría asignado para acceder a los cables.

La cantidad de material (ahora de libre acceso) es tal, que hay quienes piensan que el real impacto del Cablegate tardará un par de años en alcanzar su real proporción.

Sin embargo, lo poco que se ha analizado ya ha dado lugar a diversas reacciones, tanto de gobiernos como de la opinión pública en general.

Las furibundas condenas hechas desde el establishment de los Estados Unidos y de sus aliados en Occidente contra las publicaciones, son bastante difundidas, no así las reacciones de apoyo desde otros sectores, que más que un respaldo a Wikileaks como tal, son un rechazo a lo que los cables revelan.

Por ejemplo, el periódico The Nation de Paquistán, en su editorial expresó que “Wikileaks ha ofrecido un servicio invalorable al exponer la hipocresía norteamericana” y, el periódico surcoreano Hankyoreh editorializó diciendo: “Wikileaks ha levantado un filtro de un escandaloso lado escondido del país que reclama ser el bastión de la democracia libre”.

Por su parte, el diario libanés al-Safir publicó en sus páginas: “[Las filtraciones] apenas nos dan una imagen vívida, espontánea y honesta del sentido de superioridad de los EE.UU. por sobre otros. Develan la máscara que se ponen los diplomáticos norteamericanos en sus charlas, la cual es removida en el instante que empiezan a escribir el reporte a sus superiores”.

Lo cierto es que, y sobre esto hay gran consenso, los documentos revelados por Wikileaks no contienen en sí mucho de nuevo, pues son la penosa confirmación de lo que ya desde antes se sabía, esencialmente tres cosas: las prácticas violatorias de derechos humanos en las guerras, protagonizadas por los EE.UU., el lobby de la diplomacia norteamericana por allanar el camino a sus empresas transnacionales y defenderlas a cualquier costo, y el apoyo irrestricto a regímenes cuestionables, sobre los cuales se tiene plena consciencia de su insolvencia ética.

En cuanto a lo primero, pese a que la globalización de las comunicaciones hace que estemos cada vez menos alejados de las diversas regiones del mundo, la sociedad contemporánea se ha vuelto más insensible a los conflictos ajenos y nos enteramos, con el menor asombro, de la forma en la que se invaden países a nombre de las libertades y de los derechos humanos, atropellando esas mismas libertades y esos mismos derechos.

Respecto al segundo punto, podría decirse que, al fin y al cabo, los diplomáticos están para cuidar los intereses de su país, así que, bien podrían aplicar en su defensa los aquí aludidos, aquella frase atribuida al diplomático inglés del siglo XVII, Sir Henry Wotton: “un embajador es esencialmente un hombre honesto enviado al extranjero a mentir por el bien de su país”.

Es lo tercero, sin embargo, lo que en términos prácticos ha causado el mayor efecto de las revelaciones de Wikileaks, puesto que estas representan una vergüenza no solo para los diplomáticos con complejo de superioridad – evidenciado cuando reportan desde los “humildes” países que a juicio de ellos tanto necesitan “aprender” de la superpotencia -, sino también para los ciudadanos de a pie, que ven con indignación cómo regímenes opresores y corruptos reciben el apoyo de Occidente.

El ejemplo paradigmático que prueba esto, es el de Túnez, que encendió la primavera árabe y al que la revista Foreing Policy llama “La primera revolución de Wikileaks”.

Los tunecinos no tenían necesidad de que los diplomáticos norteamericanos les dijeran cuán corrupto era su gobernante, sin embargo, los cables de Wikileaks tuvieron un impacto determinante y fueron el catalizador de la revuelta.

Los detalles de los cables les permitieron deducir que la podredumbre del régimen era obvia no únicamente casa adentro, y que eso era motivo de vergüenza para su país a nivel internacional, más aún cuando se evidenciaba el cinismo con el que la Embajada norteamericana reportaba a Washington como “Ben Ali ha perdido noción de lo que pasa con el pueblo[…]”, y después de dar mil razones para sustentar la corrupción y la brutalidad del régimen, recomendaban en síntesis que “deberíamos abstenernos de la crítica pública[…]” para reemplazarlo con “candor frecuente en los niveles altos.”

La revelación de las directrices – atribuidas a la máxima autoridad de la diplomacia norteamericana – para recolectar información personal (léase hacer espionaje) de los representantes del Consejo de Seguridad de la ONU, incluido a su secretario general Ban Ki-moon, no dan cuenta precisamente de “candor” o de relaciones transparentes.

En la National Human Intelligence Colection Directive, la secretaria de Estado Hillary Clinton instruye a sus diplomáticos de las Naciones Unidas en Nueva York, Viena y Roma, así como los de 33 Embajadas y Consulados, incluyendo a Londres, Paris y Moscú, para obtener datos personales de oficiales claves de Naciones Unidas, incluyendo a asesores principales y personal de apoyo.

Los datos a recolectar van desde detalles técnicos sobre los sistemas de comunicación que usan, incluyendo las claves personales de redes privadas y comerciales para comunicaciones oficiales, hasta números de tarjeta de crédito, direcciones de e-mail, teléfono, fax, pager, números de viajero frecuente, e información biográfica y biométrica, que incluye ADN, huellas digitales, etc. (Próxima semana:  «La saga de Wikileaks (III): Ecuador y los ‘leaks’»)

La saga de Wikileaks (I): ¿Por qué es necesario?

(Fotos: Pixabay)

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