En Foco, Opinión

Chaplin, exiliado y agraviado por nadar contra la corriente

Lo vivido por el cineasta inglés es de mucha vigencia en tiempos donde las leyes migratorias de algunos países tienden a restringir cada vez más el tránsito de personas  por el mundo, situación que contradice el concepto de libertad que se viene debatiendo en el último cuarto de siglo.

 

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Photo: Darkmoon Art / Pixabay

Javier Núñez

 

Hace 60 años (1952) la prensa británica dio testimonio de varios acontecimientos de orden político, social y cultural, entre ellos la muerte del rey Jorge VI,  la llegada al trono de su heredera Isabel II y la visita de Charles Chaplin a Reino Unido, quien llegaba para lanzar su más reciente película “Candilejas”.

Charles Chaplin se había consagrado como uno de los mejores cineastas del mundo gracias al exitoso trabajo que había desarrollado en la industria cinematográfica de los Estados Unidos, país donde residía desde hacía 40 años.

Sin embargo, la noticia sobre su llegada a Londres terminó ocupando las secciones judiciales de los periódicos matutinos, por cuenta de un hecho que sorprendió al mismo artista cuando se disponía a arribar a Inglaterra: su permiso de retorno a EE.UU. había sido cancelado.

John Edgar Hoover, que para la época se desempeñaba como director del FBI, aprovechó la salida al exterior del cineasta para presentar una serie denuncias en su contra ante el Servicio de Inmigración y Naturalización y así impedir su reingreso. Logro el objetivo y Chaplin no tuvo más opción que radicarse en Europa, donde vivió hasta el día de su muerte.

¿Comunista?

¿Qué fue lo que aconteció para que el FBI y el Comité Especial de Actividades Antiestadounidenses, lo consideraran una persona que atentaba contra la moral y las buenas costumbres norteamericanas?

Documentos históricos muestran que sus ideas progresistas reflejadas en sus opiniones y trabajos cinematográficos despertaron la antipatía de algunos sectores del país que veían en él a un simpatizante del comunismo, e incluso lo calificaban de asociarse con los servicios secretos de la Unión Soviética.

Imagen: George Hodan / Public Domain Pictures

Cronológicamente se puede establecer que uno de los primeros hechos que le empezó a originar detractores ocurrió en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, cuando se negó a participar en la venta de bonos de guerra con los que se buscaba financiar la acción bélica contra los Nazis.

El Gobierno y el Ejército se apoyaban en la industria cinematográfica debido al fuerte impacto mediático que ésta ejercía  sobre la sociedad. Desde ahí comenzó a orquestarse una campaña de desprestigio en su contra, en la que se aprovechaba cualquier suceso de su vida personal y profesional para hacerlo blanco de duras críticas.

Por ejemplo, fue todo un escándalo que Chaplin hubiera participado en un acto de solidaridad con Rusia  llevado a cabo en la ciudad de San Francisco, y  que hubiera intervenido en un evento de arte ruso en Nueva York. Además lo cuestionaban por su amistad con artistas y políticos de ideologías socialistas.

La cinta de la ira

Otro precedente ocurrió  en 1947 cuando el cineasta estrenó la película “Monsieur Verdoux”, la cual narraba la vida de un empleado del sector bancario, que luego de perder su trabajo durante la depresión de los años veinte en los Estados Unidos,  idea el plan de casarse con mujeres bastante adultas y solteras  para luego asesinarlas y quedarse con su fortuna. El personaje además reprochaba a la sociedad capitalista a la que tanto le sirvió pero que al final le dio la espalda.

Fhoto: James Frid / Pexels

En el desarrollo de la película se aprecia que el protagonista justifica sus crímenes al compararlos  con el número desproporcionado de muertos que dejan las guerras: «Asesinar a una persona hace de uno un canalla, asesinar a millones un héroe. Las cantidades santifican.», dice en una de las escenas.

Esta crítica abierta a la sociedad americana durante la posguerra hizo a Chaplin objeto de fuertes ataques y malos comentarios por parte de la gran prensa.

En las ruedas de prensa era común verlo respondiendo preguntas sobre su supuesta militancia en el comunismo. “No soy un político. No soy un comunista. Ya lo dije en la conferencia de prensa cuando se estrenó Monsieur Verdoux: ‘He vivido en los Estados Unidos durante cuarenta años. No he comenzado todavía ninguna revolución, ni estoy planeando comenzarla, ni creo que lo haga jamás’. Eso les dije”, expresó en una ocasión.

En la “lista negra”

Fue entonces cuando el Comité Especial de Actividades Antiestadounidenses decidió incluirlo en la mal llamada Lista Negra de Hollywood, luego de negarse a comparecer ante esta organización para responden por las acusaciones de propaganda e influencia comunista en el cine.

El comité era una dependencia de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos que desde  su creación se concentró en investigar la propaganda nazi traída del extranjero,  pero que luego de finalizar la Segunda Guerra Mundial se enfocó en investigar la propaganda a favor de la Unión Soviética.

Imagen: Karen Arnol / Public Domain Pictures

Es así como la lista termina afectando a más de trescientos profesionales y artistas del mundo del entretenimiento, obligando a muchos a emigrar a otros países para continuar con su carrera.

Algunos de los que se quedaron producían sus obras bajos pseudónimos o utilizaban el nombre de sus colegas, según información del portal Wikipedia.

Luego de ser notificado sobre la suspensión de su residencia en los Estados Unidos,  Chaplin respondió: «Desde el final de la última guerra mundial, he sido objeto de mentiras y propaganda por parte de poderosos grupos reaccionarios que, por su influencia y con la ayuda de la prensa sensacionalista de Estados Unidos, han creado un ambiente insalubre en el que los individuos de mentalidad liberal  pueden ser señalados y perseguidos. En estas condiciones me resulta prácticamente imposible continuar con mi trabajo de imágenes en movimiento, por lo que he renunciado a mi residencia en los Estados Unidos”.

Charles Chaplin se radicó en Suiza a partir de 1953 hasta su muerte. Años después de que el Gobierno estadounidense restableciera su estatus de residencia, el cineasta regresó a ese país  para recibir un premio por su trayectoria y aporte al mundo del séptimo arte.

Ironizando la experiencia del exilio

En su condición  de exiliado, Chaplin realizó la película “Un Rey en Nueva York”,  de la que se ocupó de su musicalización, producción, dirección y guión.

La cinta se nutre de las experiencias vividas por el mismo artista como consecuencia del destierro sufrido en 1952.

La historia relata la vida del Rey Igor Shahdov,  que debido a una revolución en su país de origen se ve forzado a migrar a los EE.UU. para empezar una nueva vida. Con el paso del tiempo trabaja realizando anuncios para la televisión, lo que le origina un poco de reconocimiento.

Es así como es invitado a dar una charla en una escuela progresista donde se topa con un estudiante de apenas 10 años, editor del periódico escolar, de quien recibe una magistral diatriba cargada de ideas progresistas y anarquistas.

En la película se aprecian escenas con diálogos divertidos en los que el niño sermonea al Rey Igor, dejando entrever su posición frente concepto de libertad en el mundo moderno:

“Todos van metidos en una camisa de fuerza y no pueden mover un píe sin pasaporte. En un mundo se violan los derechos de cada ciudadano. Se han convertido en los esclavos de los déspotas polític

os, y si uno no piensa como estos le retiran el pasaporte. Salir del país es más difícil que fugarse de la cárcel y entrar es tanto como pasar por el ojo de una aguja. Soy libre para viajar sólo si poseo un pasaporte”, puntualiza el pequeño sin dejarse interrumpir por el Rey.

(Fotos: Pixabay, Pexels y Public Domain Pictures)

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