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Terrorismo estético como lucha social: soluciones epidérmicas para un fallo cardíaco

 Las estrategias de impacto (visual, auditivo…) como forma de lucha de algunos movimientos sociales de la actualidad no siempre son eficaces contra el sistema que critican. El peligro de estos métodos es que los impactos epidérmicos sustituyan los cambios profundos. Es lo que la sabiduría popular describiría con la mordacidad que la caracteriza como “perro ladrador, poco mordedor” o “mucho ruido y pocas nueces”.

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Macu Gavilán

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Hace poco más de un año, escuché hablar por primera vez sobre el Porno-terrorismo. Cuando visité algunas páginas en línea, la primera impresión que tuve sobre el tema fue que se trataba de un movimiento con una intención política asociado a un puñado de fotos de órganos genitales de mujer en primer plano, con una notable ausencia de órganos masculinos que no fueran de plástico y una igualmente notable presencia de cueros y cadenas a modo de lencería. Como no había oído antes nada sobre el tema, le pregunté a la amiga que me lo dio a conocer si las activistas se consideraban “antisistema” a lo que me respondió que sí: eran antisistema, anti-sociedad patriarcal y otros muchos antis de los que ahora no me acuerdo.

Decidí cerrar la boca hasta tener bien claras las razones por las que no me cuadraba la conexión entre “antisistema” y “pornografía terrorista” y he aquí que ya puedo responder.

Como ya analizó Lipovestky en los años ochenta, los sistemas económicos afectan transversalmente a la cultura. Consecuencia de la economía consumista en que vivimos son, por ejemplo, algunos eslóganes como “vive el momento” o la elección de una religión a la carta: un dios hindú, con poco de culpa católica, una pizca de naturaleza animista y un ritual taoísta.

Hoy día, todo el mundo busca un “estilo personal y único de vida”, relaciones libres de compromiso y días de trabajo productivos, de la misma forma que está de moda ser coleccionista de relaciones sexuales, que no es otra cosa que una manifestación más de la necesidad de consumo. ¿Hemos de creernos que extender esta espiral capitalista al cuerpo significa que estamos “liberados”?

También la pornografía en sus diferentes variantes, incluyendo ésta de estilo queer, está estructuralmente diseñada para encajar con el sistema económico capitalista del que surgió, y se inscribe en el marco de la liberación de los tabúes culturales, el uso público de la intimidad o el hedonismo como estilo de vida.

No es éste el lugar donde juzgar la validez de estas “elecciones impuestas” pero sí de señalar que todas ellas son fruto de una cierta estructura económica.

Y cuando un movimiento reproduce las estructuras de aquello contra lo que dice luchar, hay gato encerrado. De hecho, se parece demasiado a ese discurso sobre defender la paz con armas del que hablan tan a menudo los gobernantes.

En una sociedad de ritmo frenético como la nuestra, donde la profundidad es aburrida y nadie tiene tiempo para leer algo más que una docena de tweets, el “impacto” sobre la sensibilidad epidérmica del público se ha convertido en el sustituto de la complejidad. Una imagen (y añadimos «impactante») vale más que mil palabras.

Pero, ¿no estaremos aplacando el cambio profundo a fuerza de impactos epidérmicos? ¿No será que la cultura terrorista ha sido absorbida por el sistema que la produjo y ahora le sirve de somnífero para acallar así otras fuerzas posibles?

¿No nos recuerda esto a la forma en que la “rebeldía de consumir drogas” disipó la verdadera rebeldía de gritar contra la guerra de Vietnam?

Sacar fotografías de tu vagina o exhibir en un blog la forma en que usas un arnés no es en absoluto antisistema. Hay millones de usuarios que consumen videos con estas imágenes diariamente.

El porno es una de las empresas más lucrativas en Estados Unidos. Antisistema es crear una cooperativa, ser capaz de ayudar a los otros sin estar inscrito en una ONG, plantar tomates en tu terraza y no meter a tus padres en un asilo en cuanto dejan de ser productivos.

Antisistema es organizarse al margen del Estado: es hacer comunidad y no sólo sociedad.

Pero si hay algo verdaderamente antisistema hoy día es confiar en el prójimo y, en eso, nuestros abuelos de noventa años son más antisistema que nosotros. Por eso sospecho que hay que empezar a barrer de dentro a fuera.

(El arte es un juguete)

 (Fotos: Pixabay)

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