En Foco, Opinión

Vida y muerte… Muerte y vida

En occidente, pretendemos ignorar la muerte. De acuerdo con el sentido común dominante, parecería que todas las vidas terminan mal ya que terminan precisamente con la muerte.

 

Mabel Encinas

 

Las visiones sobre la muerte no son en todo el mundo fatalistas. La muerte es, por desgracia, más frecuente en condiciones de guerra y extrema pobreza. También los abusos y la discriminación causan muertes en cualquier contexto. En contextos más duros se hace más claro el escaso control que los humanos tenemos sobre la muerte.

En diferentes condiciones de existencia, se entiende la muerte de distintas maneras. Pensar en la muerte puede poner en perspectiva nuestras vidas. De nuestros ancestros olvidamos hasta sus nombres, como sucede si pensamos en cómo se llamaban los cuatro bisabuelos y las cuatro bisabuelas de donde procedemos.

Nuestros nombres pasarán también a la lista de los millones de seres humanos que han fallecido. La importancia de lo que somos hoy se transforma al reconocer que moriremos.

Lo valioso de la vida de nuestros antepasados fue lo que vivieron en sus vidas, sus experiencias y sus aprendizajes, sus intenciones y acciones. Todo eso conformó un legado complejo, que incluye tanto formas de comprender, como formas de hacer.

El pasado y sus visiones implícitas de futuro consiguen lo que la biología por sí sola no puede: pasar los aprendizajes de una generación a la siguiente. Los aprendizajes, conforman lo que llamamos cultura y trascienden las vidas individuales, a través de artefactos, de prácticas, de regulaciones, de formas de organizarnos e instituciones, que a veces parece que cobraran vida propia.

La vida entonces tiene al menos dos sentidos. Por un lado, la intensidad y la profundidad de las vivencias le dan sentido a la vida a través del hacer cotidiano.

Por otro lado, a la vez, ese hacer cotidiano es por sí mismo una forma de participar en el mundo social. La participación en el mundo social y la manera de participar son lo que deja una huella y transforma gradualmente el mundo en que vivimos.

Nuestra mano tiene un impacto en la humanización de las organizaciones; nuestra activa participación en grupos y causas presiona y consigue la transformación de lo que se ha dado por sentado en el pasado. Ni todas las muertes son iguales, ni todas las vidas. Hablar sobre la muerte no se reduce a hablar de la voluntad de quién se quedará con las cosas de uno.

Hablar sobre la muerte, y la aceptación de su inevitabilidad puede ayudarnos a poner en perspectiva la vida misma.

Nuestros nombres quizá se olviden pronto, pero nuestras acciones de participación y cambio no.

Como dice el Subcomandante Marcos en uno de sus comunicados: “no es la muerte lo que nos preocupa y nos ocupa, sino la vida”. Tal vez quienes se hacen de la vista gorda hacia la muerte, también se hacen de la vista gorda hacia la vida.

(Fotos: Pixabay)

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