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John Lennon: “Toda violación es violenta, pero esa fue peor”

“Era un chico mestizo muy guapo. Me dijo que le gustaba y me preguntó si iría a tomar una copa con él. Dije que sí, me sentí halagado.”

 

John Lennon
John Lennon.

Noelia Ceballos Terrén

 

Han pasado cuatro años y John Lennon, un dublinés de 44 años, todavía recuerda cada detalle de aquel sábado de agosto de 2010 en que un desconocido entró en su tienda de animales en Manchester y se puso a charlar con él. “Era agradable, no me asustaba ni me sentía intimidado”, dice.

Una semana después aquel chico de 20 años volvió a su negocio. Siguieron charlando hasta que el “monstruo”, tal y como Lennon se referirá siempre a esta persona, preguntó si podía acompañarle a una cita que el vendedor tenía con un amigo suyo. Aquella fue la primera noche que el veinteañero se quedó en su casa.

Al día siguiente, la historia se volvió cada vez más incómoda: “Volvió a pedirme acompañarme a la feria canina, y allí empezó a presentarse a todo el mundo como mi novio”. Una actitud que no le gustó nada.

Ahora Lennon recuerda otras piezas del puzle que no encajaban: “Decía que era actor y me presentó a una actriz que había entre el público. Pero quedó muy claro que ella no tenía ni idea de quién era él”. A partir de ese día, las visitas del muchacho a su casa se hicieron muy frecuentes y se quedaba largas temporadas.

Se fue ‘instalando lentamente’ empleando diferentes excusas para explicar por qué no podía volver a su piso. “Realmente quería deshacerme de él pero no podía”, recuerda Lennon angustiado.

Fuera de control

Finalmente el martes el invitado anunció que volvería a su casa al día siguiente, y decidió cocinar una cena jamaicana. Mientras lo hacía puso la música altísima. “No se oía nada. Le pedí que le bajara el volumen y me dijo que no, se puso muy tenso y comenzó a dar golpes”.

El susto que provocó en Lennon hizo saltar la alarma en su cabeza. Las cosas iban de mal en peor y necesitaba ayuda, no podía quedarse a solas con aquella persona. Por lo que llamó a una amiga para que fuera a cenar con ellos. En cuanto llegó su comportamiento volvió a la normalidad, fue “agradable y tranquilo”, explica.

Pero no duró mucho. “Cuando mi amiga se marchó, a las 10 de la noche, su actitud volvió a ser anormal. Yo solo quería irme solo a dormir, y de pronto él otro se metió en la cama antes que yo”.

John se quedó de pie en el salón confundido y angustiado. Durante ese tiempo se dio cuenta que ₤400 destinadas para el alquiler y que escondía en un rincón de su cocina, habían desaparecido. Aquello no podía seguir. “Subía a la habitación, le desperté y le acusé de haber cogido el dinero. Le dije que si no se iba llamaría a la policía. Y su reacción fue violarme”.

Brutalidad sin límites

“Toda violación es violenta. Pero en esa ocasión el nivel de violencia fue extremo”, recuerda John, otro hombre más víctima de agresión sexual.

Cree que fue violado tres veces, pero no puede estar seguro de todo lo que sufrió porque perdió la consciencia. Lo que sí ha quedado grabado en su memoria es cómo el “Monstruo” le estranguló, le dio puñetazos y le golpeó.

Una de las peores marcas que le quedaron fueron los daños sufridos en su pene debido a las mordeduras de su agresor, que duraron varios meses.

Cuando comenzó a despertar la primera imagen fue la de su cachorro siendo brutalmente golpeado. Todavía no sabe de dónde sacó las fuerzas, pero logró golpear al maltratador con el tiempo justo para agarrar a su perro y correr tan rápido como pudo.

El calvario judicial

El día mismo John llamó a la policía denunciando un robo en primer lugar, y admitiendo después que había sido violado. Con aquella llamada empezó uno de sus peores años.

Durante meses vivió un proceso judicial en el que, como víctima, se sintió incomprendido. “En todos los juicios por violación es la víctima la que es juzgada”, asegura.

Su vida entera pasó por la criba de la corte, desde informes médicos a cada detalle de su infancia. Los abogados de la defensa le llamaron “mentiroso, dijeron que fue sadomasoquismo y que lo disfruté”, recuerda todavía con indignación. Durante tres semanas, “cada día en el tribunal fue horroroso. Levantarme por las mañanas era casi imposible”, admite el cuidador de animales.

Finalmente el veredicto le fue favorable y el “Monstruo” recibió una condena de cuatro años. Hace un año salió del penitenciario, pero John se enteró de que volvió a ingresar por otros delitos.

Con la cabeza alta

John tuvo una infancia normal en Dublín. Su familia fue el soporte que le permitió andar muy seguro de sí mismo y sin miedo al rechazo por su homosexualidad. A los 15 años tuvo a su primer novio. Está orgulloso y se siente afortunado por haber crecido en un ambiente muy positivo. “Nunca fui acosado y siempre he tenido mucha confianza”.

En esta atmósfera nunca llegó a imaginar que los hombres también pudieran ser víctimas de violación, y mucho menos él.

Pero le tocó. Cuando pasó a formar parte de esa lista de hombres invisibles para la mayoría de la sociedad, acababa de salir de una larga relación de cuatro años. “Me había afectado mucho, pero seguía con mi vida, el negocio iba bien, estaba rodeado de amigos y de mi familia. Pero supongo que era vulnerable porque había perdido a mi pareja”.

Hoy sigue haciendo todo lo posible por recuperarse del estrés post-traumático que aquello le provocó. Cada vez sufre menos ataques de pánico, lo cuales al principio ocurrían diariamente.

Pero aunque “cada día estaba invadido por el miedo”, John Lennon insistió desde el primer momento en rayar las palabras vergüenza y culpa de su vocabulario.

John Lennon 1“No entiendo por qué la víctima de un crimen debería sentirse estigmatizada o avergonzada por lo que les ocurrió, excepto en el caso de los niños, porque se les manipula. Por eso hago mi historia pública y me niego a esconder mi nombre”.

No todas las víctimas de violación desafían con tanta fuerza sus traumas. Incluso John, con toda su determinación, no siempre logra escapar del estigma social, pues ese pasado del que él no tiene ninguna culpa, sigue afectando sus posibles relaciones:

“Estuve saliendo con un joven encantador hace unos cuatro meses. Tuvimos un par de citas y no le conté nada sobre mi libro. Las cosas nos iban realmente bien. Así que decidí contárselo. Me respondió que no podía soportar el hecho de que yo hubiese sido víctima”.

A pesar de todo, este superviviente sigue su vida en Manchester luchando para que el crimen que sufrió no le impida disfrutar del presente. Porque, merece la pena repetirlo, “hay vida después de la violación”.

 (Fotos: Pixabay) – (Las dos fotos del entrevistado fueron suministradas por él y autorizadas para su publicación.)

 

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