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Villa de Leyva, de donde nunca se fue España

Villa de Leyva es hoy un poblado repleto de gentes de estratos altos, que llegan de la capital, y de otras ciudades de Colombia y del exterior, para divertirse los días de fiesta, puentes y fines de semana. Está habitado por ricos dueños de grandes mansiones de políticos, industriales y militares, erigidas en sus alrededores y cerros aledaños.

 

Armando Orozco Tovar

 

En este sitio como en otros de Colombia, el coloniaje nunca se fue de las mentes de la mayoría de sus habitantes: “Posada el virrey”, “Hotel la reina”,Estadero Andalucía”, El marqués”, “El Príncipe”, “El conde”… Ningún nombre recuerda a los habitantes originarios. Sólo hay una heladería con esculturas de madera y fotografías de indios Pieles Rojas norteamericanos.

Todos estos nombres de lugares coloniales aparecen por todas partes en los establecimientos para acoger turistas. Recuerdan la presencia española de hace doscientos años. También lo hacen las blancas casas de anchas paredes, y balcones altos con muchos templos, pero sin ningún monumento a Don Quijote.

Se trata de Villa de Leyva, situada al norte de Bogotá, a cinco largas horas, y fundada por el español Andrés Venero de Leyva.

La conocí hace algunos años por primera vez antes que mi hija María Fernanda, llegara a ella a vivir.

El pueblo es hoy una gigantesca urbe con una enorme Plaza de piedras puestas por la gestión de Ramón de Zubiría, intelectual y escritor cartagenero, cuando fue rector de la Universidad de los Andes en1966.

La plaza regresó a su estado original, que alguna vez fuera también sede provisional del Congreso de la República en el siglo XIX.

Cuenta el poblado con calles empedradas y varios museos de arte colonial.

Villa de Leyva constituyó la última morada de Antonio Nariño, Precursor de la Independencia de la Nueva Granada, que aquí llegó para morir, después de múltiples encarcelamientos, torturas y destierros en el nuevo y viejo mundo, ocasionado por la corona española, a la manera del venezolano Francisco Miranda.

Nariño tradujo de Los derechos del hombre y del ciudadano, la principal declaración de la Revolución Francesa en 1789, generadora en su momento para él y su familia, destierros y todo tipo de males por parte de las autoridades virreinales.

Villa de Leyva es hoy un poblado repleto de gentes de estratos altos, que llegan de la capital, y de otras ciudades del país y del exterior, para divertirse los días de fiesta, puentes y fines de semana. Está habitado por ricos dueños de grandes mansiones de políticos, industriales y militares, erigidas en sus alrededores y cerros aledaños.

Los visitantes en su mayoría son jóvenes, que se emborrachan, dejando como villanos por toda la villa: botellas, cajas vacías de todas las marcas de licor, gaseosas, bolsas plásticas, talegas, condones de todos los colores, colillas de cigarrillos… Y otras yerbas, etc. Es impresionante los el olor a orines impregnando el aire de los cuatro costados de la plaza, que pareciera otra forma animal de marcar territorio.

Por un milagro de la Virgen del Carmen, patrona de la Villa, las casas coloniales todavía no han sido demolidas, para construir esos feos cajones sin sentido, representativos de ninguna forma decente de arquitectura moderna, como le ocurrió a la mayoría de las poblaciones del país, incluyendo la capital, Bogotá. Esto en detrimento del patrimonio histórico y arquitectónico de las ciudades.

En la esquina de la gran plaza está ubicada la casa museo- taller, que fuera del maestro Manuel Acuña, pintor de la Escuela Bachué, la cual era una tendencia plástica, que si no llega al país tan oportunamente la crítica de arte y escritora Marta Traba, en los años cincuenta, todavía predominaría en el oficio estético este lenguaje estético, del cual no querían salir muchos artistas, malos imitadores del Muralismo mexicano de Rivera, Siqueiros y Orozco.

Al lado de la de Manuel Acuña se encuentra la de José María Vargas Vila, que en 1885, el año de la guerra entre el programa conservador del capital agrario y clerical, dirigido por Rafael Núñez, autor de la letra del Himno Nacional. Y del naciente capital financiero con su programa masón y liberal. Leyéndose en su fachada que allí el escritor radical liberal, bogotano y anticlerical, escribió su texto: “El maestro”.

Es sin igual el paisaje de Villa de Leyva, con un un clima atemperado, que invita a no irse jamás de allí…Deseo, que muchos artistas cumplen, y grandes potentados, dueños de  fortunas, también políticos, comerciantes y generales, industriales, publicistas, etcétera. Todos, todos, protegidos por el Ejército Nacional, que con celo los cuidan, acallando las protestas de los campesinos afectados por el TLC. Como sucedió el año anterior con los sembradores de papa y otros productos, en un paro sin precedentes contra el rey presidencialista del Palacio de Nariño.

A María Fernanda Orozco y su hijo Manuel Perkuhn.

(Fotos: Pixabay)

 

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