En Foco, Opinión

El diálogo en la democracia representativa

Una mujer de mi vecindario había tenido una operación recientemente, cuando mi pareja la encontró en la tienda local. Todo había ido bien cuando estuvo en el hospital, según la vecina comentó, incluso el hecho de que “compartió el cuarto con una mujer blanca”.

 

Mabel Encinas

 

Después del fuerte impacto por este comentario, mi pareja preguntó la razón por la que eso podría ser importante, a lo que la vecina respondió que ella era “inglesa de pies a cabeza”.

Entonces me quedé pensando que el Reino Unido es una sociedad multicultural, y es una sociedad en que los ciudadanos eligen a sus representantes.

Desafortunadamente, las perspectivas discriminatorias, como la de la dama de mi vecindario, tienen un impacto en nuestras vidas en común y, por tanto, en la vida democrática.

También, y todavía más importante, la pregunta es: ¿Qué podemos que sea significativo en este sentido?

La iniciativa más poderosa que podemos tomar en una sociedad multicultural es ayudar a desarrollar nuestras comunidades.

Es posible que todos nosotros hayamos crecido con prejuicios hasta cierto punto: sexismo, racismo, homofobia, o con sentimientos discriminatorios hacia la gente de ciertas culturas, religiones, edades o discapacidades. Necesitamos confrontar los prejuicios, empezando por los nuestros.

Si el vivir juntos es un hecho, no nada más un ejercicio mental, necesitamos trabajar para y con las comunidades multiculturales en que vivimos.

Aún la sociedad más aparentemente homogénea es diversa debido al lugar particular en que una situación es vivida en carne propia por cada persona. A fin de fortalecer los lazos entre la gente, necesitamos establecer diálogos, es decir, escuchar e involucrarnos en conversaciones.

Aún más, necesitamos organizar actividades comunes y experiencias, y promover cambios en las direcciones que ya compartimos.

Actividades con padres y madres en la escuela de nuestros hijos, celebraciones con los vecinos de nuestra calle, y campañas a favor de los clubes para jóvenes, los espacios urbanos de cultivo (allotments) o los centros comunitarios, son ejemplos de actividades cotidianas que pueden contribuir a la cohesión social.

El hecho de que vivamos en una democracia representativa no significa que nos sintamos representados. Razón de más para construir democracias participativas en nuestras vidas.

Asegurar la participación de todos y cada uno en la toma de decisiones en la familia, en los grupos y en las organizaciones constituye una inversión para vivir juntos.

Puede ser que tardemos más en decidir, pero estaremos cocinando lentamente nuestro futuro en común.

Aún necesitamos tomar las calles juntos y levantar nuestras voces para establecer lo que es importante para nosotros, en una sociedad que está todavía lejos de construir futuros sustentables, de reducir las diferencias de poder, y de lograr justicia social.

Para construir una democracia en que todos participemos, necesitamos trabajar juntos.

Con las elecciones, necesitamos que los valores sean nuestra guía, no la imagen o el carisma de un candidato o candidata. #

Las señales de desconfianza son claras, como las campañas que dividen a las comunidades o que no dejan claros los planes para mantener el contacto con la gente.

No queremos seguir firmando cheques en blanco. Necesitamos retarnos a nosotros mismos y a los demás, al vivir en una sociedad diversa. Si buscamos un poco, es raro en la sociedad contemporánea inglesa que alguien que sea algo “de pies a cabeza”.

Esto es así no sólo por la historia del país (sucesivas migraciones, historia colonial, esclavitud, entre otros eventos pasados y presentes), sino por la continua interacción con el resto del mundo: a través de los medios de comunicación, de los viajes, y por supuesto, de la vida en nuestras comunidades que son ricas en diversidad.

(Fotos: Pixabay)

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