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Qué es un terrorista

Es la pregunta que los medios de comunicación están tratando de contestar tras el tiroteo de la iglesia de Charleston, en el que un joven blanco asesinó a 9 afroamericanos. Más allá de la definición de este término está la intencionalidad de su uso.

 

Araceli Oliva

 

El 7 de enero de 2015 la comunidad internacional quedó conmocionada tras el atentado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo, que se saldó con la muerte de 11 caricaturistas.

Los hechos ocurrieron en la capital francesa, donde dos hombres armados entraron en las oficinas del semanario disparando y gritando “Allahu Akbar” (Dios es el más grande).

De inmediato, la prensa calificó el atentado de terrorismo, palabra que la Real Academia Española define como: «Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.»

En este sentido, los medios de comunicación emplearon un término que era adecuado para describir dicho atentado.

Sin embargo, el problema radica en el hecho de que la palabra ‘terrorismo’ solo se emplea cuando las agresiones son cometidas por musulmanes.

Un ejemplo de ello fue el asesinato de 77 jóvenes del Partido Laborista noruego perpetrado por el terrorista de extrema derecha, Anders Breivik.

A pesar de ser un evidente caso de terrorismo, ya que las víctimas pertenecían a un partido político, la prensa no utilizó este calificativo en los primeros días tras el suceso.

Pero ha sido ahora cuando el debate ha llegado a la prensa tras el tiroteo en la iglesia de Charleston, Estados Unidos, el pasado 17 de junio, en el que murieron 9 afroamericanos.

El autor de los hechos fue un joven blanco, Dylann Roof, quién había compartido fotos en su página de Facebook con la bandera confederada y la del Apartheid de Sudáfrica. Ambas banderas simbolizan la supremacía de la raza blanca, una idea que Roof compartía y que defendió en el manifestó que publicó en la red.

Además, el asesino escogió una iglesia simbólica, ya que es un emblema de lucha por los derechos civiles de la comunidad negra. A pesar de ello, el capitán de la policía de Charleston, Gregory Mullen, calificó el tiroteo como crimen de odio, lo que inmediatamente abrió el debate en todo el país.

Una vez más, también los medios de comunicación tardaron en llamar al atentado por su nombre: terrorismo.

Sin embargo, en esta ocasión la prensa abrió la discusión y se cuestionó su propia hipocresía, preguntándose: ¿A qué llamamos terrorismo?

Sin embargo, el problema no está en la definición del término, sino en las intenciones que hay detrás de su uso.

Y es que conviene recordar que la palabra terrorista se convirtió en parte del vocabulario diario de occidente tras los atentados de las Torres Gemelas en septiembre de 2001 y la famosa campaña iniciada por el entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, – La guerra contra el terrorismo- .

Además, como parte de esa campaña se justificó la invasión de Irak y Afganistán. De esta manera, el uso del término terrorismo se convirtió en la manera más eficaz de convencer a la opinión pública y a la comunidad internacional de que el intervencionismo militar era la única alternativa.

Pero para ello, es necesario que el terrorista sea siempre el ‘otro’ y nunca uno de ‘nosotros’. Otro ejemplo de ello es la utilización de la amenaza terrorista para justificar medidas contra la inmigración y el cierre de las fronteras.

Lo mismo ocurre con el recorte de las libertades y derechos en nombre de la seguridad ciudadana. En definitiva, se trata de una práctica antigua que busca el dividir entre el enemigo y ‘nosotros’. Antes el enemigo era el comunista y hoy es el musulmán.

Y es por ello que los medios de comunicación se encuentran desorientados cuando el enemigo es uno de ‘nosotros’.

Además, el hombre blanco siempre tiene el beneficio de la duda.

En este sentido, los medios indagan el estado de salud del asesino, su pasado o problemas personales.

Es más tarde cuando sus intenciones políticas o su creencia religiosa pasan a ser parte del análisis.

Pero este es un privilegio del que no goza la comunidad musulmana, ya que se ha convertido en el nuevo enemigo.

Frente a ello, los medios de comunicación, principales creadores de opinión pública, deberían actuar fieles a su labor periodística y no ser partícipes de ninguna campaña de desprestigio hacía ningún grupo social; campaña cuyo único propósito es la justificación de la violación de derechos humanos.

 (Fotos: Pixabay)

 

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