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¿Qué poder hacer para ser la generación del hambre cero?

Para lograr erradicar el hambre en 2030, se necesitan unos 267 mil millones de dólares anuales adicionales como promedio. Sabemos lo que se necesita y cuesta salir de la pobreza.

 

Cira Rodríguez César

 

A nivel global está aceptado, independientemente del sistema económico y político de cada país, que la eliminación del hambre es un requisito esencial para el logro de otros objetivos de desarrollo relacionados con la salud, la educación y la productividad.

Entonces no resulta nada extraño que casi todas las agencias de las Naciones Unidas involucradas con ese tema defiendan insistentemente la necesidad de que se cumplan los compromisos de las naciones ricas con el aporte financiero para encauzar esa batalla hacia buen término.

Para lograr erradicar el hambre en 2030, los organismos de las Naciones Unidas que se ocupan de la alimentación estiman que se necesitan unos 267 mil millones de dólares anuales adicionales como promedio.

Esta suma es para invertir en las zonas rurales y urbanas, y en medidas de protección social que proporcionen a los pobres acceso a los alimentos y los medios para     mejorar sus propios medios de subsistencia.

Dicho cálculo equivale más o menos al 0,3% del Producto Interno Bruto mundial, un precio relativamente pequeño a pagar para acabar con el hambre crónica.

A fin de alcanzarlo, es necesario incrementar de forma significativa las inversiones, tanto en protección social como desarrollo rural, con el fin de garantizar que todas las personas tengan acceso adecuado a los alimentos durante todo el año, y poder mejorar la productividad, los ingresos y el sustento de los pobres.

Debido a que más del 70% de los pobres del mundo viven en el campo, se debe dar prioridad a la protección social en las zonas rurales, que por lo general escapan a la atención de los sistemas tradicionales de seguridad social. También las inversiones para el desarrollo deben centrarse en la adaptación al cambio climático y el apoyo a sistemas alimentarios sostenibles e inclusivos, tal como considera el director general de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), José Graziano da Silva.

El monto calculado equivale a un promedio de 160 dólares por año por persona en situación de pobreza extrema.

De ahí que Graziano da Silva opina que esto supone tan sólo una mínima parte de los costos que la malnutrición impone actualmente en las economías, las sociedades y las personas.

A pesar de contar con un acceso limitado al crédito y los seguros en muchos países en desarrollo, los campesinos de todo el mundo son los principales inversores en la agricultura y las zonas rurales.

Pero la inversión privada por sí sola ha demostrado ser insuficiente para interrumpir el arraigado ciclo de la pobreza rural y se necesitan inversiones adicionales del sector público a fin de mejorar la infraestructura rural, el transporte, la salud y la educación, y poder aprovechar todo el potencial de las comunidades agrícolas, según estudios de la propia FAO.

Las transferencias de efectivo, a su vez, permitirán a las familias pobres tener dietas más variadas y saludables, plantea un reciente informe de esa organización, compartido con el Programa Mundial de Alimentos y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola.

En el documento se afirma la validez de esa fórmula para combatir tanto el hambre extrema como la denominada hambre oculta, resultado de la insuficiencia de vitaminas, hierro y otros minerales.

El estudio sostiene que, al incrementar las inversiones en medidas de protección social, aumentarán la productividad y los ingresos de las personas, lo que permite a ahorrar e invertir.

Así se pone en marcha un ciclo virtuoso que permite salir de la pobreza a las familias con menos recursos.

«Sabemos lo que se necesita. Sabemos lo que cuesta. Podemos ser la generación del hambre cero, allanando el camino hacia un futuro sostenible e inclusivo que no deje a nadie atrás», destaca Graziano da Silva en el informe.

Para el responsable de la FAO, a pesar de los progresos realizados en las últimas décadas, todavía hoy cerca de 800 millones de personas -la mayoría en zonas rurales-, carecen de alimentos suficientes.

Por eso la eliminación de la subalimentación crónica en 2030 es un elemento clave en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 de la nueva agenda post-2015 que debe adoptar la comunidad internacional a finales de este año, y constituye también el objetivo central del Desafío Hambre Cero, promovido por el Secretario General de la ONU.

El mensaje del documento es claro: si adoptamos el enfoque de seguir funcionando como hasta ahora, en 2030 tendríamos todavía más de 650 millones de personas que padecen hambre.

Sobre esa base insta a que la comunidad internacional aproveche las experiencias exitosas de algunos países que han utilizado de forma eficaz una combinación de inversiones y protección social para combatir el hambre y la pobreza en las zonas rurales y urbanas. (PL)

(Fotos: Pixabay)

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